¿Por qué tenemos el deseo de comer? La respuesta parece sencilla. Comemos porque tenemos hambre. ¿Pero eso es siempre así o hay algo más?

Por supuesto que comer es un acto fisiológico necesario para nuestra supervivencia, pero el deseo de comer también puede estar influenciado por otras muchas causas, y la mayoría de estas, emocionales. Seguramente, si te paras a reflexionar un poco, seas capaz de empezar a recordar algún momento en el que hayas comido solo para sentir alivio a un malestar emocional.

Muchos de vosotros os habréis refugiado en la comida en más de una ocasión, ya sea bien por tener alguna preocupación en ese momento, o bien por tener sentimientos de tristeza, ansiedad o estrés. El cerebro encuentra en la comida un reforzador potente que proporciona placer y reduce los niveles de malestar, consolidándose de esta manera el comer emocional como un mal hábito en nuestra vida.

Las principales características del hambre emocional, que difieren del hambre fisiológica, se podrían resumir en que el hambre emocional:

  • Aparece de forma repentina.
  • Es una necesidad urgente que no se puede demorar.
  • Existe un ansia por comer alimentos específicos, generalmente hipercalóricos y con mucho azúcar, en cantidades excesivas.
  • Estar satisfecho no es suficiente.
  • Genera sentimientos negativos como culpa, tristeza o vergüenza.

Comer algo porque nos apetece en un momento dado no supone ningún inconveniente en sí mismo, sin embargo, el problema aparece cuando comer es la única vía de gestión emocional que encontramos. El cerebro busca en la comida un falso alivio temporal a todas esas preocupaciones, inseguridades, miedos o ansiedades que sufrimos. La comida apacigua esas emociones, pero no pone remedio al problema, más bien podría derivar en un círculo vicioso donde la comida y las emociones podrían apoderarse y destruir la vida de mucha gente.

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¿Cómo se podría superar el hábito de comer emocionalmente? A continuación, algunas pautas a seguir podrían ser:

  • Mejorar la autoestima. Si incrementas tu confianza, seguridad y autocontrol, tus niveles de ansiedad se reducirán de forma inmediata.
  • Beber agua. Si tienes ganas de comer sin motivo aparente y fuera de las horas habituales, opta por beber agua o tomar alguna infusión. Si además, crees que lo que tienes es hambre real, puedes elegir comer alguna pieza de fruta.
  • Aportar fibra a la dieta. Los alimentos ricos en fibra, entre otros muchos beneficios para nuestra salud, contribuyen a reducir los niveles de ansiedad, provocan saciedad y favorecen nuestro correcto tránsito intestinal.
  • Comer sin prisas. Disfruta el momento y mastica más los alimentos.
  • Practicar ejercicio físico. El deporte, además de que nos ayuda a mantenernos en buena forma física, también contribuye a reducir los niveles de ansiedad y el estrés.

Recuerda que si eres tú el que tiene el control sobre la comida, también lo tendrás sobre tu vida y sobre tus emociones, y eso siempre es crecimiento.